Una madre está dando a luz en la sala de partos de un hospital, es un varón. En alguna otra parte, meses después, otra mujer está dando a luz a una nena. No son más que dos historias separadas por completo hasta el momento, ambas vivieron vidas diferentes, sin ningún punto en común que las acercará de alguna manera. Florecen las rosas de primavera, una familia se va de vacaciones a la costa, se enfría la arena, los árboles se deshojan, graniza en la ciudad, las estaciones cambian, una y otra vez, incansablemente, porque así debe ser, porque nadie puede cambiarlo, porque nadie puede evitarlo. Dos aviones se estrellan contra las torres gemelas, una nena llora porque su mamá no llego al colegio a buscarla como todos los días. Una boda se está realizando en Israel, ambos juran cuidarse, respetarse y amarse para toda la vida, tanto en la salud como en la enfermedad, pero se conocieron pocos minutos atrás. Del otro lado del mundo, un matrimonio se está rompiendo, y en la casa de al lado una artista está pintando un cuadro más. Al mismo tiempo, un treintañero que decidió viajar solo, saca su cámara, escucha el imperceptible sonido del flash y le dedica una sonrisa a la puesta de sol más linda que ha visto en su vida. Mientras tanto, una adolescente esta poniéndose linda, esperando a su novio que en media hora la pasa a buscar, y en el departamento de en frente otra se mira al espejo y decide no comer nunca más. Tantísimos años después, a la misma hora, en una librería de París se produce el encuentro de dos personas, que ahora crecieron y son hombre y mujer, él la invita a tomar un café, ella acepta, y le toma el brazo al salir, como si se conocerían de toda la vida. Estaban bordeando el río cuando el besa por primera vez a la última mujer que iba a besar en su vida.
Si sólo una parte de la historia hubiera sido diferente, ellos no estarían ahí. Cambia una cosa, cambia todo..
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